Claves para Romper Ataduras
Cuando llegamos a Cristo encontramos lo que necesitábamos. Desde una paz que no conocíamos, pasando por una liberación interior desconocida y concluyendo por una certeza externa que nos potencia al máximo de nuestras posibilidades. Sin embargo, no todo es tan sencillo ni tan inmediato. Alguien dijo alguna vez que, si los cristianos estuviésemos TODOS llenos del Espíritu Santo, la consejería pastoral y la sanidad interior, se quedarían desoladas y sin trabajo. Pero la realidad nos muestra que no es así, sino por el contrario. Que los pastores en muchas ocasiones se granjean la antipatía de algunas de sus ovejas por causa de no poder atenderlas debidamente en sus necesidades y que en las congregaciones donde la Sanidad Interior está organizada, los turnos para atención se entregan con meses de adelanto. ¿Cuál es el problema, entonces? El evangelio de Jesucristo, seguramente que no. Las ataduras que traemos de nuestra vida anterior y que no rompemos inmediatamente, en muchos casos sí. Este trabajo apunta a ayudar a desatarnos de las que todavía nos ligan a yugos de alguna clase de esclavitud.
(Gálatas 5: 1)= Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
1 - CADENAS QUE ATAN AL PASADO
Muchos creyentes batallan con problemas como el mencionado, que les impiden su crecimiento espiritual. Estas ataduras son como eslabones de una cadena que nos mantienen firmemente unidos al pasado, en un área de debilidad en la que nuestros antepasados, que no eran creyentes, eran vulnerables. Esta herencia espiritual negativa se manifiesta porque abrimos alguna puerta, dándole al enemigo el derecho legal de entrar. Estas ataduras generalmente afectan nuestra mente, voluntad y emociones influenciando nuestro comportamiento con explosiones de ira, rebelión, depresión, amenaza de suicidio, hambre compulsiva, mentiras, robo, pecado sexual, adicción a químicos, comportamiento destructivo muchos más.
(2 Corintios 12: 20-21)= Que no haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes; que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizás tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido.
Muchos cristianos que luchan contra estos problemas llevan vidas de derrota, limitados por la culpa. Tratan de cambiar su conducta por sí mismos, sólo para caer en lo mismo más profundamente y desesperarse. Deben ser liberados de las cadenas que los tienen sujetos. Una gran mayoría supone, - porque no hay nada que se los avale -, que el simple hecho de la conversión termina con todas estas cosas. Eso es evangelio mágico, una variante doctrinal que muchas congregaciones han adoptado indebidamente. En la conversión, su espíritu se somete al Espíritu Santo, pero su alma, luego de un pequeño lapso donde queda despatarrada por el tremendo shock, reacciona y pelea cada centímetro de la vida del protagonista. Y esgrime sus propias armas, que a la hora del crecimiento, resultan de piedra de tropiezo indudables.
Una de ellas y muy importante, la falta de perdón. Gente que ha sido lastimada, herida, rechazada o humillada, se ha llenado de rencor y resentimientos. Encuentra a Cristo, le acepta como Salvador y Señor de su vida y se predispone a vivir como Dios quiere y servirle lo mejor que pueda, pero si no corta con aquello que marcó su vida, el resentimiento continúa, la falta de perdón se manifiesta y la relación con el Señor se deteriora. Si a esto se le suma un estado permanente y constante de pena y disconformidad, el cuadro se completa de tal manera que resultaría poco menos que una epopeya sacar a alguien de ese sentir.
A esto habría que agregarle las adicciones a toda aquella cosa que pueda producir hábito o dependencia, el rechazo y una pobre imagen de sí mismos, que determinan que mucha gente esté literalmente, tratando a Dios de mentiroso. ¿Por qué? Porque se llaman basuras a sí mismos, mientras que Dios dice que son SU imagen y semejanza. ¿Llamará usted a Dios basura? Las relaciones sexuales ilícitas y cualquier forma de ocultismo también son durísimas cadenas de muy poca probabilidad romper. Sería interesante ampliar nuestros conceptos sobre algunas de ellas que significan, por sí mismas, en otras claves necesarias para romper ataduras.
2 - FALTA DE PERDÓN
Parafraseando al Padrenuestro, alguien dijo alguna vez: Perdónanos por arrojar basura y desperdicio, así como nosotros perdonamos a quienes nos la arrojan. Parece una linda paráfrasis, ingeniosa y punzante. Lo siento. Debería ser real.
Perdonar significa terminar definitivamente con el deseo de devolver "la basura"; no recordar más el asunto. Significa renunciar a la ira y al resentimiento y, de ese modo, liberar al deudor y, de paso, romper una atadura que nos perjudica solamente a nosotros mismos. Es una decisión de la Voluntad. Y entienda definitivamente esto, por favor: nosotros podemos decidir perdonar a una persona que nos ofendió, nos guste o no hacerlo.
(Mateo 6: 14-15)= Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. (¿Consigue entender el por qué de esa falta de relación que tiene usted con el Señor? ¿No ha podido ver, aún, que si no perdona de una vez y para siempre "esa" vieja ofensa recibida, jamás podrá establecer esa comunión divina que tanto ansía?)
(Efesios 4: 31-32)= Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como también Dios os perdonó en Cristo.
(2 Corintios 2: 10-11)= Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo.
Ponemos al perdón en su perspectiva correcta al darnos cuenta que cualquier injusticia que sufrimos de parte de otro es pequeña comparada con nuestro propio pecado contra Dios. En otras palabras, la "basura" que le hemos entregado a nuestro amante Padre celestial es peor que toda la "basura" que otras personas nos han arrojado a nosotros. Si queremos recibir el perdón de Dios debemos perdonar. Lo que nos ayuda a perdonar a quienes nos ofenden es la gratitud hacia Dios por su misericordia para con nosotros, y el deseo de demostrar esa gratitud obedeciendo su Palabra.
3 - HERIDAS DE ORGULLO
La falta de perdón crea una atadura entre la persona que ha sufrido la ofensa y la persona que la ocasionó. Esto se rompe con el perdón, las dos partes se liberan y el Espíritu Santo puede sanar y restaurar. De hecho, el nuevo vínculo con el Señor llena de amor a la persona. La historia tiene protagonistas.
Se cuenta de un caso en que el orgullo de una mujer fue profundamente quebrantado cuando su hija se divorció, pero cuando se enteró que estaba embarazada de su último novio, directamente se puso furiosa. Varios días luchó en contra de su ira, de su enojo y su disgusto. Después se llenó de culpa sabiendo que debía perdonar porque era cristiana.
Sentía como que el enemigo le estaba robando la familia. El marido estaba enojado, la hija avergonzada y ella tenía tanta soberbia que no podía admitir un hijo ilegal en su medio ambiente. Sabía que tenía que hacer guerra espiritual y que la llave era el perdón. Primero le dijo a la hija, cara a cara, que estaba en contra de lo que hacía, pero que había decidido perdonarla. Después le pidió al Señor que la perdonara a ella misma por su enojo, por su soberbia y por su actitud egoísta. Entró en guerra diciéndole a Satanás: No me importa lo que estás tratando de hacerle a mi familia. El amor y la provisión de Dios son mayores que todo lo que tú pu4edes hacer. Tu ataque está roto en el nombre de Jesús y Dios nos ayudará a superar esta situación y mantenernos juntos. Los veintiún años invertidos en mi hija, no se van a perder por este problema aislado...
Luego la madre oró así: Dios; te entrego todo mi ser. Cualquiera que sea tu plan para mí como abuela. Te pido que ministres a mi hija, que la acerques a tu corazón y que nos unas en tu amor. Por favor Señor; trae a este niño seguro al mundo. Gracias porque será una bendición para todos nosotros. La atadura de esa madre se rompió cuando perdonó a su hija: las emociones negativas dejaron de atormentarla. La joven siguió estudiando, vive ahora con su bebé y sus padres y el Señor está restaurando una relación entre ellos basada en el amor.
4 - EL PROCESO DE LA AFLICCIÓN
(Proverbios 15: 13)= El corazón alegre hermosea el rostro; más por el dolor del corazón se abate el espíritu.
La aflicción es causada por varios factores: una relación rota, la pérdida de un ser querido o del trabajo, por sueños que no se concretan. También puede ser consecuencia de un aborto o de esterilidad; puede deberse a malos entendidos con otras personas o desconcierto con usted misma. También podemos estar en desacuerdo con Dios sintiendo que Él nos abandona cuando más lo necesitamos.
La aflicción es la consecuencia de un proceso natural sobre una situación determinada y por un tiempo razonable. Los psicólogos dicen que normalmente puede durar entre uno y tres años. Es un proceso de sanidad que si no se resuelve, prolonga la aflicción y abre la puerta a problemas espirituales, físicos y emocionales, y es una traba para el crecimiento espiritual.
Para poder liberarse de esta aflicción, la persona debe estar en condiciones de decirle a Dios: Señor; no entiendo esta tragedia, pero decido creer en tu amor por mí y deposito mi confianza en ti. Recién entonces Dios puede, como dice Isaías: Derramar el óleo de gozo en lugar de luto.
5 - LA ESCLAVITUD DE LAS ADICCIONES
Aquella que concurre cuatro veces en la semana al instituto de belleza para mantener una apariencia exterior impecable; la que es adicta a las telenovelas; la que vive en el gimnasio modelando su figura por encima de la media habitual; la que se mata por mantener su casa impecable con prioridad sobre la atención de su esposo o sus hijos. Otra es alcohólica y otra adicta a las drogas recetadas. Todas tienen comportamientos dependientes.
El diccionario define la adicción como Rendir la voluntad a algo, de manera obsesiva. El gran peligro en la adicción es el hecho de rendirse, de entregarse a otro poder permitiendo que la voluntad se torne pasiva. Muchos adictos niegan que hayan entregado su voluntad e insisten en repetir: Puedo abandonar eso en cualquier momento. Pero las cadenas no se rompen hasta que no deciden entregarse al poder del Espíritu Santo para ser liberados.
La Escritura nos advierte en 1 Pedro 2:11: Os ruego que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.
Ejemplo: una mujer y su marido mostraban ser un ejemplo como familia. Incluso iban, con sus dos hijos, todos los domingos a las reuniones de una congregación cristiana. Ella aparentaba ser un modelo de esposa y madre, pero lo que nadie sabía era que hacía diez años que venía consumiendo drogas recetadas y profusas bebidas alcohólicas. Trabajaba como enfermera y no tenía dificultades para conseguir las necesarias recetas de los médicos; especialmente, para bajar de peso.
Ella declaró que sabía que no tenía que hacerlo, y que cada vez que tomaba una píldora, clamaba a Dios que la ayudara, pero no se podía controlar. Sabía que como madre dejaba mucho que desear, pero no podía dejar de tomar esas píldoras. Después tomaba vino para tranquilizarse. Pero la realidad era que lo hacía para escapar.
Un día la vino a visitar su cuñada y le contó cómo hablaba con Dios. Ella pensó que también le gustaría enormemente hablar con Dios de esa manera. Después conoció a un misionero que la desafió a que invitara a Jesús a ser Señor de su vida. Recibió a Cristo en su corazón, pero siguió con sus viejos hábitos. Otro día se sorprendió al leer en su Biblia que su cuerpo es templo del Espíritu Santo. Entonces oró: Señor; si tu Espíritu habita en mí, yo no quiero abusar de algo tan sagrado. Por favor, ayúdame a terminar con esto.
Estaba determinada a liberarse de la atadura de las drogas, así que fue a su cartera y sacó de ella todas sus píldoras. Esa noche las arrojó por el inodoro de su baño y nunca jamás volvió a tomarlas. Tampoco tuvo reacciones en su cuerpo por la falta, es decir; no padeció ninguna clase de síndrome de abstinencia. Tres semanas después, mientras tomaba vino como de costumbre, escuchó una voz demasiado clara que le decía: Este será el último trago. Miró alrededor pero no vio a nadie. Pero ella sabía que era el Señor quien le hablaba y que debía dejar también inmediatamente la bebida. Arrojó al lavabo el resto de lo que quedaba en su copa y nunca más volvió a beber. El poder de Dios rompió la atadura.
6 - LAS RAÍCES ESPIRITUALES DE LA ADICCIÓN
Las adicciones, ya sean drogas, alcohol, música rock, gratificaciones personales, pornografía, perfeccionismo o negativismo, generalmente se manifiestan como el deseo de escapar a diversas circunstancias.
El doctor Archibald Hart, profesional cristiano, escribe: Todas las adicciones tienen una raíz espiritual. El ser humano es rebelde y egoísta por naturaleza: desea reconocimiento y satisfacción. La adicción es un reflejo directo de nuestra atadura interna a este pecado de rebelión. La sanidad no es completa hasta que no se haya cortado con esta atadura.
Las adicciones no solamente tienen causas espirituales, sino consecuencias espirituales. Hay muchas maneras en que las adicciones pueden ser destructivas espiritualmente. Hay formas, por ejemplo, de idolatría espiritual que crean adicción. Consumen energía y llaman la atención. Crean una barrera entre el adicto y Dios, impiden la obediencia a Dios y, finalmente, perpetúan el pecado.
Muchas veces la persona es llevada a la adicción debido al abuso del que fue víctima en la niñez. Por ejemplo: violación, rechazo, una mala imagen de sí mismo, falta de perdón, culpa o aflicción. Si en la herencia familiar existen comportamientos de este tipo, hay que tomarlo en cuenta y lidiar con él. Pídale al Espíritu Santo que le muestre la raíz que causa la adicción, ya sea suya o de la persona por quien usted está orando, y busque la sanidad y la liberación en esa área.
Este puede ser un camino largo y difícil. Las adicciones no siempre se rompen instantáneamente, como en aquel caso de la mujer drogodependiente y alcohólica que mencionáramos. Los adictos, a veces, pueden luchar bastante tiempo antes de sobreponerse a sus compulsiones. El consejo y la ayuda de grupos cristianos colaboran en parte. La victoria se logra en oración, en disposición para aceptar la ayuda de otros y, esencialmente, en experimentar la confianza precisa en la misericordia de Dios. Si deseamos ser libres, podremos romper las ataduras de la adicción por el poder de la sangre de Jesús y andando en su Espíritu.
7 - RECHAZO Y UNA AUTOIMAGEN NEGATIVA
Las palabras, ya sean nuestras o de otros, tienen el poder de sanar o de lastimar el espíritu. Una encuesta indica que se necesitan, por lo menos, cinco afirmaciones positivas para contrarrestar los efectos de un solo comentario negativo. Por eso es que Proverbios 15:4 y 18:21, expresa: La lengua apacible es árbol de vida, más la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu.
Un pastor oró en una ocasión con una atractiva mujer de alrededor de cuarenta años de edad que se creía gorda y fea. Ella, había crecido en el campo y, cada vez que la familia pasaba por otros campos donde se veían cerdos comiendo, solían hacerle bromas señalando que los que estaban comiendo eran juanitas, en relación con su nombre.
Atada a las palabras de su madre, Juana luchó con una imagen "gorda" de sí misma por toda su vida. Rechazaron y rompieron esa maldición durante una sesión de oración donde hicieron, incluso, guerra espiritual. Luego declararon que ella era creación divina, hecha para su gloria y le dieron gracias a Dios por haber hecho a Juana a su imagen. Ella fue liberada de la atadura y se comenzó a ver a sí misma desde una nueva óptica.
Otro caso notable es el de una mujer que llamaremos Rosa. Su hijo, que llamaremos Roberto, y que había sido normalmente buen alumno, cuando cursaba quinto grado, empezó a tener malas calificaciones. La opinión de la maestra, era que él podía hacer las cosas mucho mejor. Orando, Rosa recordó el día en que su suegra se enojó con su marido, porque él le reprochó que fuera tan exigente en la escuela con su hermana menor. Ella, entonces, le contestó textualmente: Espera que Roberto crezca y vas a ver lo que se siente cuando no puedes controlar a tu hijo en la escuela. Roberto, entonces, sólo tenía seis meses.
(Isaías 54: 17)= Ninguna arma forjada contra ti prosperará y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová.
Rosa usó este versículo para, en oración, romper esas palabras pronunciadas hacía tanto tiempo. Naturalmente, el muchacho mejoró y llegó a ser el mejor promedio en su colegio